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Primeros pasos

Diversos textos internacionales sobre derechos humanos señalan la importancia de la aplicación de la perspectiva de género en la salud y la no discriminación hacia las mujeres. Destacan la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre de 1979 y ratificada por España en 1983. Se proponen esta serie de buenas prácticas para poder atender con perspectiva de género a las pacientes:
Proporciona un espacio seguro y acogedor para la comunicación, con un clima de aceptación, cercanía y respeto. Libre de juicio, crítica o reproche, en el que las mujeres puedan expresar sus malestares con libertad.

Atiende a la expresión de los malestares de las mujeres. Escucha, observa y muestra tu disponibilidad para ayudar. Muchas mujeres, por nuestra socialización no expresamos los malestares o enfermedades igual que los hombres. La culpa, la sanción social o la autocensura, son algunos mecanismos que mantienen el silencio, la invisibilización y la normalización de los malestares de género.

Considera y revisa los estereotipos interiorizados. Hacen que se tienda a infravalorar y normalizar las demandas de las mujeres, su sufrimiento y su dolor. Esto puede producir un sesgo en la atención, en la derivación a especialistas, en diagnósticos y tratamientos, causando discriminación y minimizando los síntomas y el sufrimiento de las mujeres.

Explica los diagnósticos, tratamientos, procedimientos de forma clara y adaptada a sus necesidades. Cuando vayas a realizar prácticas que implican manipular el cuerpo de tus pacientes, informa y pide consentimiento. Fomenta una participación activa de las mujeres en su propio proceso de salud y en las decisiones sobre su cuerpo.

Cuídate. Ten en cuenta que los determinantes de género también afectan a profesionales de la salud, que compatibilizan dobles y triples jornadas y pueden desarrollar roles como cuidadoras, madres, etc. Guarda tiempo para ti, busca espacios personales y mantén tus grupos de apoyo.

Potencia la intervención a través de grupos de apoyo entre mujeres. Los grupos de apoyo de mujeres cumplen muchas funciones que mitigan, amortiguan y previenen el impacto de los determinantes de género en la salud, proporcionándoles tiempos y espacios propios para el autocuidado, el desarrollo de la autoestima y el empoderamiento.

Despatologiza. Ten en cuenta la situación social de las personas que acuden a tu servicio y atiende a su visión sobre lo que les ocurre. Muchas veces trabajamos con mujeres sanas con malestares de género, no con mujeres enfermas. Ten en cuenta que los procesos vitales de la mujer no son enfermedades.

Facilita que las mujeres puedan ser atendidas por profesionales de su sexo, si así lo demandan, especialmente en los casos de violencia de género y abusos o agresiones sexuales.

Solicita formación en atención integral con perspectiva de género y buenos tratos. Comparte y visibiliza su efectividad.

Participa y colabora en el trabajo en red. Conoce los recursos de tu zona, en tu entorno existen entidades, espacios y asociaciones que pueden favorecer el bienestar de las mujeres. Conócelas y trabaja con ellas. Es clave para la atención integral.

Desde los servicios sanitarios se puede desempeñar un papel crucial para ayudar a las mujeres que sufren violencia de género, ya que la mayoría de las mujeres entran en contacto con ellos en algún momento de su vida (consultas a demanda y preventivas, embarazo, parto, cuidado médico de los hijos o hijas, cuidado de las personas mayores, etc.).
Además, las mujeres que sufren cualquier forma de violencia de género acudirán con mayor frecuencia a los servicios sanitarios, en particular a Atención Primaria, Urgencias, Obstetricia y Ginecología y Salud Mental. Las necesidades específicas de estas mujeres son multidimensionales, por lo que se requieren intervenciones sanitarias que tengan en cuenta los aspectos biológicos, psicológicos y sociales.

Para ello es necesaria la implicación activa de todo el personal de los servicios sanitarios desde un modelo de atención integral. Si el personal de los servicios sanitarios es capaz de profundizar, mediante una escucha activa y empática, en aquellos elementos psicosociales y de género que tienen que ver con la forma y condiciones de vida de quien la padece, con sus problemas y su situación familiar, se podría obtener un diagnóstico acertado.

La detección de la situación de violencia por parte del personal sanitario predispondrá a la ruptura del silencio, lo que supone el primer paso para la comprensión y visualización del problema. El no reconocimiento de una situación de maltrato como condicionante de un problema de salud, especialmente por figuras dotadas de «autoridad» como es el personal sanitario, puede conllevar una nueva victimización para la mujer que podría contribuir a la cronificación del maltrato y a la medicalización del problema.
En muchas ocasiones, se requiere de intervenciones interdisciplinarias con profesionales que no siempre se encuentran en cada Centro Sanitario, por lo que se hace necesaria la coordinación entre todas las instituciones implicadas con la finalidad de dar una respuesta integral e integrada a este tipo de situaciones.

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