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Esta formación se dirige principalmente a personal docente y orientadores de centros educativos y forma parte del Programa Fortaleza, para la erradicación de la violencia de género.

Objetivos

  • Saber trasmitir qué es violencia contra las mujeres basada en el género, y qué no es, qué formas de violencia existen, qué indicadores son los que hacen que una relación de pareja o una práctica (por ejemplo, la trata con fines de explotación sexual) sea violencia, qué factores desencadenan violencia).
  • Trabajar más intensamente la operatividad de los estereotipos de género en las relaciones cotidianas y los micromachismos cotidianos, en la calle y en las familias, con la finalidad de reconocerlos, para no reproducirlos.
  • Trabajar las relaciones de pareja, los buenos tratos. En este sentido trabajar por qué se construyen “asimetrías relacionales” que después, derivan en violencia. Trabajar el “control” a través de las redes sociales.
  • Trabajar la sexualidad responsable y el respeto a las decisiones en pareja sobre los momentos de relación íntima. El derecho a rechazar actos no consentidos. Explicar el ciclo de la violencia en las relaciones de pareja violentas.
  • Trabajar la idea de igualdad como una ganancia para todos/as. Implicar a los chicos con este principio: lo que ganan, lo que implica (de mejora) en sus vidas.
    Trabajar la victimización secundaria.
  • Trabajar con los chicos los malestares de género (qué les preocupa, qué les inquieta…).
  • Trabajar la autoprotección, sin fomentar los miedos.

Recomendaciones

A continuación, detallaremos una serie de recomendaciones dirigidas a formadoras y formadores que impartan este tipo de talleres de coeducación y sensibilización. Estos consejos están basados en las técnicas empleadas por el equipo de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, avaladas por los buenos resultados que el alumnado ha otorgado en las encuestas proporcionadas por el propio equipo de formadores.

Una medida recomendable, en base a nuestra experiencia impartiendo talleres con adolescentes, es que el equipo formador esté compuesto por una mujer y un hombre.

Esta composición permite enviar un mensaje claro desde el principio: las violencias machistas son un problema de toda la sociedad, todos y todas podemos involucrarnos para impedir su perpetuación. Pero, evidentemente, el papel de mujeres y hombres en este proceso será diferente. La socialización de género ha provocado que las mujeres salgan perdiendo en este reparto de roles y sean las víctimas directas de la violencia, mientras que los hombres, aunque también son afectados por estereotipos, ocupan una posición de privilegio.

Este hecho lo observamos comprobando el grado de sensibilización que tienen las chicas y chicos antes de impartir la formación. Solo la propia experiencia personal de las jóvenes, ya sea en primera persona por haber sufrido algún tipo de violencia en alguna ocasión o por haberlo visto en familiares cercanas, hace que las mujeres partan de un punto de sensibilización mayor con la temática y respondan a la misma de forma más participativa e interesada en un primer momento a la formación.

Sin embargo, muchos de los jóvenes varones desconocen qué tipo de situaciones sufren diariamente las mujeres en todo el mundo. Máxime cuando a esta edad aún hay bastante segregación por sexo en los grupos de amistades, y faltan referencias femeninas con las que compartir confidencias.

La posibilidad de contar con una mujer y un hombre en la formación permite que cada menor se identifique con la exposición del ponente con el que comparta género y comprenda el papel que pueden y deben jugar en la erradicación de cualquier forma de violencia machista.

El desarrollo de la formación no se basa en la teoría y la explicación literal de conceptos como “nuevas masculinidades”, sino que es la propia figura del ponente varón la que representa a través del relato de sus propias experiencias un modelo de masculinidad donde prima el respeto, la empatía, la toma de conciencia y la toma de decisiones en pro de la igualdad y la no discriminación a las mujeres.

La figura femenina es esencial para cuestionar la idea de feminidad creada por los estereotipos y exponer diferentes personalidades, objetivos y metas de los fijados por el patriarcado. La ponente será la encargada de acompañar al alumnado en la identificación de los roles que han oprimido tradicionalmente a las mujeres, así como en la descripción de los diferentes tipos de violencias que las mujeres sufren desproporcionalmente por el hecho de serlo.

Otra de las sugerencias para los formadores es usar un lenguaje más cercano al de los jóvenes sin olvidar la figura que representan en última instancia. Unida a esta idea, recomendamos realizar la charla en un tono distendido donde se incluyan dinámicas de participación flexibles, ya que éstas permitirán a los menores sentirse más cercanos y favorecerán la interiorización de los conceptos.

Si los ponentes son figuras ajenas al instituto, la presencia de una profesora o profesor ha de ser un requisito indispensable. Del mismo modo, se recomienda que los propios docentes participen de forma activa en la formación, ya que son modelos mucho más cercanos para su alumnado.

En la ponencia, se deben aportar ejemplos de aquellas situaciones que sufren los adolescentes y que se pretenden denunciar. Debemos tener en cuenta que las experiencias relacionadas con la violencia machista en cualquiera de sus manifestaciones son situaciones muy delicadas que afectan de formas muy distintas a los jóvenes. En la clase puede haber casos graves tanto en el entorno familiar como vividas en primera persona, e interpelar directamente al alumnado puede desencadenar reacciones que afectarían a la propia privacidad de las personas afectadas. Por ello, sugerimos ejemplos de historias de los ponentes o la exposición de casos conocidos para motivar la participación de la clase con una historia ajena. Durante la narración de estas historias, se preguntará a los jóvenes sobre qué sentirían en cada momento o animarán a reflexionar sobre la situación.

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